Mientras que se reparten preservativos en institutos y colegios progres (con el efecto estadístico de promoción de embarazos adolescentes), los deformados sabihondos se preguntan a santo de qué un joven de, digamos, 14 años puede dedicarse a Dios. Son muchas las paradojas.

Mientras se prohíbe el bajar en ascensor a los 14 años, a una jovencita de 12 años, se le permite legalmente la maternidad (¿?).

Muchos no ganan dinero suficiente para comprar fósforos (cerillas) pero tienen un arraigado hábito de fumar. O no pueden pagar gasolina pero conducen alocadamente el auto de sus padres.

No se permite la mayoría de la población la responsabilidad de la paternidad hasta bien entrados los treinta pero hay un preocupante porcentaje de preadolescentes que se sienten capacitados para una completa relación sexual.

En otra historia observábamos de cerca cómo un chico de catorce años decidió, a costa de varios dedos de su mano, coronar el Everest, en un segundo intento. Una historia de coraje, preciosa, que no tiene que ser mejor que las que llevan a Dios por bandera. Pero que sirve de ejemplo para entender que un chico de catorce años (por poner una edad temprana) puede tomar decisiones que le vinculen para toda la vida).

Descubriendo el mundo con catorce años, descubriendo tu vocación.