Aborta, pequeña: Ocho razones:

1. No puedes trabajar (estudiar) y ser madre.
2. No estás preparada sicológicamente para esto.
3. Te ayudaremos, no te preocupes.
4. (Típica frase del «reproductor» o progenitor): ¿un hijo?: estás loca; ¡lo que me faltaba!
5. No puedes ni planteártelo: está todo carísimo: casa, ropa, colegio… ni hablar.
6. Te has equivocado. Pero no te preocupes que es muy fácil salir del problema:
déjate guiar que en dos días no quedará ni rastro. ¿No ves que los médicos,
la familia y tu novio estamos a tu lado?
7. Es fácil y no queda ninguna secuela: confía en mí. (Algo así como lo que aparece en este vídeo de tres minutos: no pasa nada, nena. todos estamos contigo).
8. Eres estúpida siempre has hecho lo que te ha dado la gana: o abortas o te quedas sola. No hay más que hablar.
Pero algo más pasa en la clínica: he aquí otro vídeo, con imágenes expresas.
Para que la madre diga que sí hay que someterla a presión: todo se reduce a presión...

Para que una madre pueda salir de ese cerco necesita ayuda. Se ofrece a continuación ocho razones para decir que no a esta presión ambiental para abortar: continúa con la contribución…

RAZONES PARA DECIR “NO AL ABORTO”

Este tema del aborto es planteado también a fondo por la feminista italiana de la diferencia Giulia Paola Di Nicola en su obra Reciprocidad hombre/ mujer, desde una perspectiva personalista. Se puede consultar para ello el apartado «La cuestión del aborto» en el capítulo 1: «La maternidad hoy».
Esta autora examina dos posturas contrapuestas que hoy están presentes y que se podrían consignar como «El útero es mío» (defensa de la mujer) y la defensa a toda costa del feto.
Pero esta actitud es ya, según la autora, errónea desde la base, porque se está enfrentando a un individuo contra otro individuo, cuando ambos tienen igual dignidad e igual derecho a la vida.
Además, la implicación política sólo ha contribuido a agrandar y complicar el problema, porque la concepción que subyace, tanto de la persona como del Estado son precisamente individualistas. Desde el punto de vista personalista, la cuestión de la paternidad/ maternidad se ve como «la justa aspiración a hacer de la maternidad y la paternidad una opción gozosa, libre y responsable» (Di Nicola, 1991, 45) y por ello refuta con ocho razones la validez del aborto como una solución a un problema.
Di Nicola considera que el aborto no es una solución, sino más bien un problema añadido al que la mujer pueda tener para llegar a la decisión de interrumpir su embarazo, y además será una fuente de mayores problemas físicos y/ o psicológicos.

Estas ocho razones son:

1) la práctica del aborto como método contraceptivo es una expresión de violencia sobre la mujer y sobre el ser humano concebido, que además deja huellas indelebles en la mujer, en la pareja, en la familia y en la sociedad, porque es un acto social, y como tal conlleva una reacción en cadena; además implica que la mujer es concebida como «mujer objeto»: «El problema de la procreación con el aborto recae sólo sobre la mujer que, producida la concepción, debe reparar el <> en todo caso en su propia carne, poniendo fin a lo que ha sido y es, ofreciéndose como mujer-objeto a sí misma, a su compañero, a la sociedad.
La lucha que los movimientos de liberación de la mujer han desarrollado contra la pornografía y contra la mujer-objeto se viene abajo tácitamente.
2) El aborto no propone un arma que se oponga a una lógica machista, sino que, al contrario, la favorece, porque promueve la irresponsabilidad moral del hombre en sus relaciones sexuales, ya que él encuentra en la ley un apoyo para su falta de compromiso y así, va a tender a hacer caer todo el peso moral de un embarazo no deseado sobre la mujer.
3) El aborto es a menudo un medio de aprobar los modelos culturales transmitidos por la presión de la madre, de la pareja, de la sociedad materialista: «En tal caso, quien aborta no hace sino llevar a cabo la condena a muerte decretada por el ambiente circundante. […] En tal caso, la mujer resulta ser la última de la cadena, la que se autocastiga, de una red de relaciones infectada de valores antipersonalistas» (Di Nicola, 1991, 51).
4) El aborto es contradictorio respecto a la sensibilidad contemporánea hacia los sufrimientos de los niños y la violencia hacia los menores.
5) En el plano laboral y económico, el aborto refuerza la relación productiva y cosificadora entre empresa y trabajador: «La mujer es tanto más productiva cuanto menos interfiera con problemas de hijos, partos, lactancia, enfermedades de los niños, los ritmos regulares de producción. El trabajo industrial, basado en la ley de la máxima acumulación de capital con el mínimo gasto en los procesos de producción, se beneficia con el aborto. […] Sin hablar de las industrias que se sirven de los fetos abortados para fabricar objetos de consumo, sobre todo cosméticos y medicinales» (Di Nicola, 1991, 52). 6) A corto plazo, el sistema gana económicamente, porque no tiene que hacerse cargo de hijos no deseados, pero a la larga y en términos de racionalidad sustancial, el sistema mismo pierde, como se constata si se observa el crecimiento cero de la población, el envejecimiento y otras consecuencias indirectas, para la madre frustrada y para la sociedad, como la neurosis y las patologías de carácter, el mal funcionamiento de las relaciones, etc.
7) Desde el punto de vista político, la solución del aborto es un camino rápido para evitar afrontar los problemas reales de la paternidad y maternidad, de manera que el tener hijos se convierte en un lujo de las clases sociales más elevadas. Se trata de una auténtica discriminación económica encubierta, pero no menos real: «[…] resulta cómodo evitar los problemas de la maternidad en vez de tratar de afrontar las complejas necesidades de la familia y del trabajo, a cuya reformulación está vinculada una efectiva –no violenta- liberación de la mujer. En efecto, para el Estado es más sencillo conceder a las mujeres que lo pidan, el aborto que contribuir a mejorar la calidad de vida, en especial de familia. La falta de lógica de la lógica del poder va en contra de los padres y madres que carecen de medios para criar con dignidad a sus hijos […]» (Di Nicola, 1991, 53).
8) La cuestión del aborto suscita también preguntas acerca del estatalismo y la partidocracia, es decir, la intromisión del Estado en las cuestiones relativas a la persona, como son la vida conyugal, la procreación y la familia: «Ese Estado, benemérito por sus concesiones y derechos, favorece en realidad la ruptura por su base de las relaciones sociales, comenzando por la relación madre-hijo» (Di Nicola, 1991, 53).
Desde el punto de vista de Di Nicola, el feminismo tiene hoy día la capacidad de afrontar el tema del aborto de un modo nuevo, en cuanto que no es la mejor solución ni la única para la mujer, y es necesario replantear las bases de una sociedad en las que sólo primen la eficacia y el nivel de vida económico.
Por el contrario, el feminismo de la diferencia puede levantar la voz para poner de manifiesto que la calidad de vida es, ante todo, humana y por eso se debe salvaguardar ante todo el valor de la misma vida humana, con sus exigencias de felicidad y de procreación gozosa y libre: «Haciendo esto se trabaja a favor de la interdependencia de lo privado y lo público, tema tan caro al feminismo, sobre el que, hablando desde las mujeres (o sea, en la óptica del sentido de la feminidad) y no sólo de las mujeres, se abre la posibilidad de contribuir a repensar estas cuestiones» (Di Nicola, 1991, 55). [1]
En el Tratado de lo mejor sostiene Marías que el primer paso para conseguir la aceptación social del aborto ha sido la despersonalización en las relaciones humanas, especialmente en el desprecio a la paternidad/ maternidad y a la filiación, y esto ha llevado a una visión zoológica del hombre, y a la consideración del niño en curso «como un tumor que se puede extirpar» (Marías, 1996 b, 98). Marías se expresa claramente sobre la mentalidad eliminadora que hoy recorre Occidente: «La culminación de estas tendencias [de despersonalización] es, no ya el aborto –el hombre está expuesto al mal, al pecado o al delito-, sino su aceptación social, su ingreso en las legislaciones y en el catálogo de los <> y aun de las <>, aunque sea un retroceso a la prehistoria. Si el niño es un tumor enojoso, ¿por qué no extirparlo? Si es una persona viniente, que llegará a su plenitud humana si no se la mata en el camino, se trata, no ya de algo inmoral, sino de una monstruosidad» (Marías, 1996 b, 98). [1]
Una mención distinta, desde la perspectiva social, se puede encontrar en La justicia social y otras justicias, donde habla claramente del aborto como una muestra de gran hipocresía social: «En esos mismos Estados [del bienestar], la persona que no ha llegado a nacer, la persona que está viniendo hacia la vida, está expuesta a ser muerta; con una curiosa hipocresía. Fíjense ustedes en la curiosa hipocresía con que suele autorizarse esto en los primeros meses del embarazo; luego es ya más difícil.
Es como si se dijera: se puede matar a una persona que viene hacia nosotros, a condición de dispararle desde lejos; si algún hombre viene hacia nosotros, cuando está a 50 metros, ustedes le meten una bala en la frente, eso está muy bien; si está a 20 metros ya no está muy bien; a 5 metros no se puede disparar.
Es exactamente lo mismo. La persona humana que está viniendo, si está a seis meses de distancia la podemos matar, y está muy bien; si está ya a tres meses, no parece bien educado; si está a un mes de distancia, eso ya es un delito. Es una de las más monstruosas hipocresías de que habrá memoria en la historia y algún día los hombres de otras épocas reflexionarán sobre nuestro tiempo y cómo esto ha sido posible y cómo esto ha tenido vigencia social» (Marías, 1979, 95). Hay que tener en cuenta, al leer el texto anterior, que está escrito en 1979, y la despenalización del aborto contaba en ese tiempo con limitaciones y supuestos contemplados en el código civil que hoy día han cambiado; la situación actual es hoy mucho más grave que la descrita por Marías en su texto, porque implica que la hipocresía social es aún mayor, en este tema. [1]
Contando con que es un problema grave socialmente, al que es necesario buscar soluciones al nivel de lo humano, se puede considerar el interesante artículo del Dr. en Derecho y abogado J. E. Bustos, «Miedo a la vida» (Bustos, 1983, 245-268), en el que considera que el problema de base es justamente éste, el temor hacia la vida (hacia la propia, que es insatisfactoria, o hacia la vida viniente); su artículo no se limita a un mero análisis de una situación social, sino que propone soluciones concretas y efectivas.
En el apartado «El aborto no es solución» sugiere que lo mejor sería crear un ambiente a favor de la vida, para lo cual deberían colaborar las instituciones sociales y políticas.
De este modo, habría que atender a medidas que se pueden dividir en tres grandes bloques: de índole legislativa: el Estado debe hacerse consciente de la gravedad que implica, a la larga, la baja natalidad, y el hecho de que sus trabajadores activos sean cada vez más inmigrantes; por eso deben atender a una legislación que proteja a la familia y atender a la asistencia médica, la vivienda, los estudios, el trabajo, los transportes, las desgravaciones fiscales, etc. sólo de este modo puede disminuir progresivamente el temor de los padres a tener nuevos hijos) de índole pedagógica, que se refiere a diferentes niveles: el aspecto científico (se debe informar sobre las conclusiones de la ciencia sobre el inicio de la vida humana desde el momento de la fecundación); el aspecto demográfico (la invalidez de las teorías neomaltusianas, según las cuales es necesario frenar el crecimiento de la población porque de lo contrario, no habría medios suficientes para la supervivencia de todos; esta teoría es falsa, siendo más bien hoy patente la realidad contraria: la ausencia de población); el aspecto médico, referido a la obligación de los médicos de informar a las mujeres embarazadas que quieren abortar sobre lo que es este acto en sí mismo (un homicidio) y sobre las consecuencias psicológicas de por vida que le van a conllevar si lo realiza; el aspecto asistencial, que supone un sistema adecuado de ayudas sociales. de índole instrumental: lo cual requeriría la existencia de un Ministerio de la Familia, adecuado para velar por una verdadera política familiar, y para salvaguardar los intereses de la familia, de la madre, del niño y de la sociedad misma. Asimismo, a nivel particular, habría que atender a la ayuda espiritual a la mujer embarazada con problemas y que se encuentra sola («la primera ayuda que ha de recibir y que puede ser definitiva para animarla a no interrumpir la vida que late en sus entrañas, es la comprensión, el apoyo espiritual.
Si la mujer sabe que puede acudir a una institución pública o privada en donde encontrará personas dispuestas a ofrecerle cariño, acogimiento, consejo, es muy probable que antes de ejecutar decisiones que su misma naturaleza rechaza, recurra a tales instituciones en busca de ayuda. […]
He aquí un reto para el Estado y para la sociedad en general, pues tales instituciones no han de ser necesariamente públicas» (Bustos, 1983, 261); habría que atender también a la información de la realidad, de modo que la futura madre sea consciente de las consecuencias de sus actos y también de que, si ella quisiera, podría recibir ayudas para buscar soluciones mejores (apoyo en su maternidad, sistema de adopción a su disposición, en el caso de que quisiera dar a su hijo en adopción por las causas que fuesen); y, por supuesto, en los casos necesarios, ayuda material: «[…] juntos a las series anteriores de medidas de carácter espiritual o pedagógico, el Estado ha de arbitrar remedios de esta índole si de verdad quiere facilitar el nacimiento del nuevo ser y no su extinción» (Bustos, 1983, 262). Como se puede observar, el problema de la maternidad y paternidad responsables implican no sólo al matrimonio mismo, formado por el hombre y la mujer, sino a toda la sociedad y al Estado, que debe hacer uso de los medios necesarios para el bien de los ciudadanos.
Por Pablo López