Obedecer es escuchar, entender (preguntar en caso de dudar) y hacer exactamente lo que se ha pedido de la mejor manera posible.
He aquí una extraordinaria anécdota gráfica titulada Cuénteles anécdotas

Cuénteles anécdotas.

Era un cura que en las homilías era pesado, un tostón. La gente se le dormía.
Le llamó el Obispo.
– Don José. Tiene usted que contar una anécdota y luego una homilía de cinco minutos.
– Pero si yo no sé contar anécdotas; no sé ninguna historieta.
– Bueno, pues aprenda. Le cuento la primera. El próximo domingo empezará la homilía así:
   «Me he enamorado de una mujer. Es la más guapa. La más inteligente. La más poderosa. La más rica. La más admirada. La mejor cocinera. La más trabajadora. La que tiene los ojos más encantadores que jamás nadie haya conocido. Y sólo al final usted dice que se llama María.»
– Pero yo no sabría cómo decirlo.. además me da vergüenza…
– Se lo mando en virtud de la santa obediencia. Usted pronunciará la homilía comenzando con esa anécdota.
Total que el domingo siguiente, el sacerdote comienza su homilía:

El Señor obispo me ha pedido que les diga que se ha enamorado de una mujer   Es la más guapa. La más inteligente. La más poderosa. La más rica. La más admirada. La mejor cocinera. La más trabajadora. La que tiene los ojos más encantadores que jamás nadie haya conocido. Me ha dicho el nombre pero ahora no me acuerdo.