Érase una vez en que los animales se sentían llenos de envidia y de enfado. La razón era que los hombres tenían Domingos y ellos no los tenían. Esa discriminación no podía continuar. Ha­bía que cambiar la situación.

Érase una vez en que los animales se sentían llenos de envidia y de enfado. La razón era que los hombres tenían Domingos y ellos no los tenían. Esa discriminación no podía continuar. Ha­bía que cambiar la situación.

Se reunieron en un claro del bosque para deliberar cómo podrían tener Domingos.
El LEÓN dijo:
– » Es muy sencillo. Todo consiste en tener una BUENA COMIDA. Yo pido para mí un buen antílope cada domingo».

El PAVO real tomó la palabra y dijo:
– «¡Comida! ¡Qué vulgaridad! Lo importante es tener un BUEN TRAJE DE FIESTA. Yo pido para mí un modelo de alta costura».

La TORTUGA protesto:
– «¿Pero dónde vais con eso? Lo que hace falta es mucho DESCANSO. Dormir todo lo que uno quiera y estar tranquilo».

Por su parte el MONO pidió:
– «Lo que hace es divertirse, saltar de rama en rama como quien baila,  y trepar por un árbol  bien alto mientras se disfruta  de unos cacahuetes..»

Y así cada animal expresaba sus deseos… El buen Dios se los concedía. Y a pesar de todo para los animales no era domingo.

Y LOS HOMBRES ( no todos, pero sí los cristianos)  sonreían: «¡Qué tontos son los animales! ¡No saben que…!
 
        SÓLO HAY DOMINGO cuando…
 
– Nos juntamos para  hacer fiesta por Jesús
– Nos juntamos para celebrar la Eucaristía
– Nos reunimos para escuchar la Palabra de Dios
– Hablamos con El como con un amigo..
– Le damos gracias porque todo es un regalo suyo a nosotros
 
No es Domingo, porque uno coma algo especial como el león o vista un buen vestido de fiesta como deseaba el pavo real. No es Domingo porque uno duerma más como quería la tortuga o porque se divierta como quería el mono.
 

El Domingo es el día de descanso, en el cual los cristianos celebramos el día de la Resurrección del Señor, y nos dedicamos de una forma especial a darle gracias, a honrarle, descansando, por otro lado, de los trabajos habituales, como nos dice la Biblia, que llegado el séptimo día el Señor descansó