Se cuenta que en el pueblo de Ars, paseando un día el Santo Cura, vio un retrato suyo en una tienda, expuesto para su venta, y entro en ella, donde le preguntó a la vendedora, en un tono bastante áspero, muy contrario a su carácter:
– “Por que vendéis esto?”
La pobre mujer, sorprendida por la reacción del sacerdote, le contestó:
– “Si queréis, Señor Cura, que nos arruinemos, no tenéis mas que prohibirnos la venta de vuestro retrato, pues todo el mundo que viene al pueblo, quiere llevarse uno de ellos, y es una fuente de ingreso que tenemos, que nos es muy necesaria”.
El santo cura de Ars, se quedo pensativo y reflexionado, se hizo la siguiente consideración. “Después de todo, ya que pintan al demonio, ¿Por qué no han de pintar mi retrato?»
Al día siguiente, al pasar por delante de la tienda, entro de nuevo en la misma y le preguntó a la vendedora:
– ¿Cuánto vale esto?
– “Cinco, diez, o quince céntimos, según sea el tamaño del retrato” –le contesto la vendedora.
A lo que el Santo se dijo: ¡Oh, pobre Cura de Ars!, en que poca estima le tienen, le venden por cinco céntimos…
A lo que se marchó, riéndose de sí mismo.