Vivían en un pequeño pueblo, una familia con dos hijos pequeños, un buen día, el padre observó que su hija de tres años, había estropeado un rollo de papel dorado para envolver regalos, que tenían en la casa, pues…, eran pobres y no les sobraba el dinero.
Se acercó hacia su hija y la riñó muy seriamente por estropear el papel de regalo, ya que se la encontró envolviendo una pequeña caja.
Al día siguiente, la niña regaló a su padre la cajita muy bien envuelta con el papel de regalo, el padre se sintió avergonzado por haber recriminado a su hija el día anterior.
Cuando abrió el paquete, observó que la cajita que contenía estaba vacía, a lo que el padre de nuevo se enfado y recriminó a su hija que su regalo fuese solo aparente, ya que la cajita estaba vacía.
La pequeña, miro a su padre con los ojos llenos de lagrimas por no apreciar convenientemente su regalo y le respondió:
– «¡Pero, papá, no está vacía!. ¡Yo metí besos para ti!»
A lo que el padre, de nuevo se arrepintió de haberse enfadado con su hija y la abrazó cariñosamente y le pidió que le perdonara.
Se cuenta que el hombre guardo su regalo dorado cerca de la cabecera de su cama durante muchos años y que siempre que le pasaba algo, tomaba uno de los besos que su hija con tanto cariño había depositado en la cajita, recordado el amor que ella había puesto en el regalo.