Tenía 16 años. 

Fue un mes duro, ya que además de la presión de los exámenes del Instituto había recibido un alumno para darle clases. 

Lo malo es que las clases eran de griego y yo me tenía que preparar la noche anterior. Le di clase dos veces a la semana, durante un mes. No necesitó más, el chico llamado Rafa, aprobó la asignatura. Yo fui a su casa a cobrar el fruto de mi esfuerzo, entonces…

(Continúa la historia…)

Unas 7,000 pesetas (hoy unos 30Euros). 

A la salida, todavía con el sobre en la mano, me atracaron. Por supuesto me dejaron sin blanca y de nada me valió decir a la policía que uno de ellos había mencionado el nombre de unos de los miembros de la banda:

–      Y qué nombre ha dicho – me preguntó el Policía intrigado.

–      “Colega”, pero con acento de Madrí… – dije creyendo dar en el clavo.

Mi gozo en un pozo. Por más que buscaron jamás hallaron a tan vulgar grupo de sospechosos. Entonces proliferaban las bandas de pandilleros

Hoy cualquiera que va a una Disco sabe cómo funcionan estas cosas: a los trece años, se abre una sesión light semigratuita en la disco de moda. Se invita a todos los pavos de trece años. Se lo pasan pipa, si no se quedan sordos. 

Mientras los ojeadores se fijan en los líderes: por que el siguiente paso es proponerles ser Relaciones Públicas. 

Una vez que entras en el circuito, si no tienes formación y una familia detrás, malo, malo. 

Cuando tienes dinero fácil, semanalmente te conviertes en el que puede invitar a sus amigos, en el “pequeño potentado”, en el que puede granjear la entrada a la Disco, en un tipo importante… 

¿Para qué estudiar? ¿Cómo voy a decirle a alguien que “mis padres me han castigado? Se huele la tragedia… 

Echando la vista atrás, lo que pienso que lo me salvó de una adolescencia depravada fue el tener colocadas las piedras grandes, la fundación de mi vida: mis padres me explicaron con su vida “esto sí, esto no”; y muchas veces me dieron razones; otras me dijeron: ya lo entenderás cuando seas mayor. 

No es que no tomara elecciones equivocadas…Pero es que también tuve muchos buenos amigos que tiraron de mí. Ese mérito es de mi padre. 

El resto, Dios sabe…