Ocurrió el 24.2.2006 durante una final de baloncesto entre institutos de E.E.U.U. Jason McElwain había hecho todo por su equipo de basket, el Greece Athena High School basketball team: había pasado botellas de agua, manejado las estadísticas del equipo y llevado el contador de tiempo. Todo menos jugar al basket: siempre se sentaba en el banquillo con su uniforme del colegio y su corbata. Jason es un estudiante autista de 17 años que en toda la liga no había jugado ni un minuto. La madre, que asistía a ese, como a todos los partidos, pidió al entrenador que le diera una oportunidad para que su hijo metiera canasta. El entrenador, se apiadó y le dejó jugar los últimos minutos. Entró en la cancha y lanzó desde la línea de 6.25. Falló, sin gran sorpresa de su entrenador ni de los compañeros de equipo. En la siguiente jugada tomó el balón, y encestó limpiamente. Lo mismo ocurrió con sus 6 tiros siguientes, ya desde antes de la línea de 6.25. Marcó él solo y de seguido 20 puntos para su equipo en cuatro minutos. El chico había salvado el partido y la liga: el público, loco de contento le sacó en volandas.