El General D. Sabino Fernández Campo, que fuera durante muchos años Jefe de la Casa Real española nos señala un apunte sobre la virtud de la lealtad:

«Señalar como principal virtud del negociador respecto a su mandante, la sinceridad (…) capaz de llegar al sacrificio si fuera necesario. No cabe duda –sigue diciendo el ilustre general– de que es más agradable y satisfactorio para el que tiene la facultad de dar órdenes, (…) que éstas se consideren perfectas por parte de quien las recibe y que no formule objeción alguna, sino que preste la más completa y entusiasta de las adhesiones. (…) Quien procede así tiene más probabilidades de conservar su puesto y obtener ascensos recompensas y distinciones. Pero no habrá cumplido con su deber si no es capaz de sacrificarse si es necesario y correr el riesgo de caer en desgracia por manifestarse honestamente, aunque sea molesto; de exponer con claridad su pensamiento y su criterio apartándose del halago, de la adulación y de la falsedad. En esa sinceridad radica la lealtad, la verdadera lealtad, que no consiste en callar sumisamente, sino en manifestar con respeto y claridad lo que se piensa»