Los Niños se fijan en todo: necesidad de dar buen ejemplo.

Un señor de Valencia andaba preocupado por problemas de trabajo.

En sus cavilaciones de vez en cuando se sorprendía suspirando la expresión «¡Ay, Señor!».

Notable fue la sorpresa cuando Albertito, su hijo de siete años, al comenzar sus deberes, como todas las tardes, suspiró en voz alta: ¡Ay, Señor!.