Lucha contra el mal genio 


La Guerra 

Respondí al teléfono. Era yo. Al principio el diálogo transcurrió de una manera fluida y ordenada, pero a medida que subía el tono de voz en la conversación la vena de mi cuello se iba hinchando. Casi sin darme cuenta la charla degeneró en una terrible discusión. – ¡Maleducado! ¡A mí no me grita ni mi padre!—Indignado por tan repugnantes modales me colgué el teléfono de manera sumamente brusca. He decidido no volver a llamarme nunca más.    


EL QUE SE ENFADA, PIERDE