El gran Núñez de Balboa tuvo a bien premiar a su fiel perro «Leoncico» cuando llegó el momento del reparto de los tesoros, y le pagó los «servicios prestados» con 500 pesos de oro; es decir, lo trató como a un guerrero más, pues el buen «Leoncico» había peleado como un bravo en diversas escaramuzas que hubieron de sostener Balboa y su gente en la empresa de llegar al Pacífico.