Un suceso de la vida real nos habla del amor a la Eucaristía: del amor que se puede poner en la preparación de la materia del Sacramento.

El rey Alfonso XII fue un día a comer a un pueblecito de Andalucía, y alabó extraordinariamente uno de los vinos que probó. Lleno de satisfacción, dijo el aldeano que le convidaba:

-Pues, señor, aún tengo otro mejor.

Se sorprendieron un poco los presentes, y preguntó el rey:

-¿Para cuándo lo guardas? ¿Esperas mejor ocasión?

-Sí, señor; ese vino se guarda para Dios. Es el vino que doy sólo para las Misas; de él se saca la Sangre del Señor.

Cfr. R. J. de Muñana, Verdad y vida