VIRUTAS DE MADERA PRECIOSA:

Tener un ideal, es tener una razón para vivir.

No todo es tobogán.

Un niño de cuatro años va por primera vez a su nuevo colegio.

Su padre, cuando el niño vuelve a casa, siente curiosidad por saber qué impresión trae.

El crío no se manifiesta nada locuaz. Ante la insistencia del padre, al fin exclama:

– El colegio, bien. Pero el profesor es imbécil.

-¿Por qué dices que es imbécil?, – pregunta el padre.

– Es que cuando estamos pasándolo en grande en los toboganes, dice: “Hala, a clase”.

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El crío no entendía la exigencia del maestro.

Tenía la sensación de que buscaba fastidiar, que le molestaba verles felices.

A los hijos les ocurre lo mismo con los padres.

Y a los hombres, ¡cuantas veces!, nos pasa igual con Dios. Si nos ha creado para compartir su felicidad, ¿cómo no va a querernos felices?.

Las cosas no son buenas porque Dios las mande; ni malas porque las prohiba.

Es justamente al revés: nos manda unas cosas porque son buenas y nos prohibe otras porque son malas.

¿Hasta qué punto estamos convencidos de que es así?.