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EL IMPRESIONISMO: LA VISIÓN ORIGINAL . CRITICA DE ARTE (1867-1895). (ZOLA, ÉMILE/MALLARMÉ, STÉPHANE/JAMES, HENRY/MAUPASSANT, GUY DE/HUYSMANS, JORIS-KARL/LAFORGUE, JULES/FÉNÉON, FÉLIX/Y OTROS)
La pintura impresionista, trivializada a veces tras un siglo de éxito, fue en otro tiempo una revelación deslumbrante. Para recobrar aquel momento, aquella visión original, hay que acudir a las reacciones de la crítica de la época. os primeros defensores de Manet y Degas, Monet y Pisarro, se acercaron a sus obras desde un credo naturalista, pero apreciaron ya en ellas un giro subjetivo: el pintor impresionista no quería plasmar la naturaleza misma, sino una sensación personal ante la naturaleza. Mediada la década de 1870, se formaría en la crítica de arte un modelo oculista, que pretendía explicar la nueva pintura estudiando la fisiología del ojo impresionista. Un ojo primitivo, reducido a puras vibraciones de color; un ojo analítico, empeñado en descomponer los matices más sutiles de la luz; un ojo hipersensible, degenerado o bien adelantado a la evolución futura de la retina humana. Ese paradigma óptico dominaría hasta 1890, cuando los críticos simbolistas, al asumir la defensa de Van Gogh y Gauguin, definieron el arte como escritura de signos. En esta antología se reúnen los textos esenciales de la crítica del momento sobre el impresionismo, hasta ahora inéditos en castellano. Entre sus autores se encuentran algunos de los escritores más celebrados de la época, así como muchos otros. Los ensayos vienen acompañados por una amplia selección de las pinturas de Manet, Degas, Monet, Renoir, Pisarro, Cézanne, Seurat, Gauguin y Van Gogh, entre otros.

OBRA POÉTICA (LAFORGUE, JULES)
El nombre del poeta francés Jules Laforgue (1860-1887) está vinculado al movimiento conocido como «decadentismo», que mantiene estrechas relaciones con el simbolismo. Es Laforgue quien da una forma poética al espíritu decadente. En la mayoría de los decadentes -y en especial en Jules Laforgue- se detecta el sentimiento de haber nacido demasiado tarde. Imposible volver a Victor Hugo. Hay que liberarse de su influencia. Hay que hallar nuevos caminos. Todos se muestran de acuerdo a la hora de despreciar el siglo en que viven, pero nadie puede poner en duda que ese siglo ha producido obras admirables, incluso para ellos mismos. En 1885 aparecía el primer libro de poemas de Laforgue con el título de " Les Complaintes " , mostrándose ya como un poeta original y plenamente atractivo con tan sólo veinticinco años. El paso estaba dado. Laforgue había hallado su camino, su verdadero camino; una forma de expresión que definía una estética vanguardista y renovadora. Su verso, a menudo dislocado, es la imagen de una naturaleza vibrante e inestable. En su lenguaje se mezclan los términos triviales y los términos raros, los tópicos y los neologismos, todo ello en un intento de reflejar el desorden de un pensamiento que no logra liberarse de sus obsesiones.

BERLÍN, VILLA Y CORTE (LAFORGUE, JULES)
Berlín, en 1881, sigue siendo una urbe grandiosa y militar, con un exceso de disciplina y de imperio y muy poco de lujo burgués y de modernidad. A ella llega el poeta ácrata y disidente Jules Laforgue y en ella reside como lector francés de la emperatriz