Pese a la brevedad de su obra, Lytton Strachey (1880-1932) es quizás el escritor más representativo del género biográfico en todo el siglo XX. Lo que tiene sin duda un especial mérito dado que su tiempo fue especialmente rico en grandes biógrafos: Stefan Zweig, Emil Ludwig, Andrés Maurois, Dimitry Merejkovsky, G.K. Chesterton, Benjamín Jarnés y otros que merecen seguir siendo leídos incluso a más un siglo de distancia. La reina Victoria (Queen Victoria, 1921) no es sólo la obra más aplaudida y reeditada de Strachey sino también la que mejor ejemplifica, sin discusión apenas, el canon del género. Rigurosa y amena al mismo tiempo, su autor nos ofrece en ella, apretada y sutilmente, el retrato tan lleno de admiración como de ironía, de una reina que dio nombre a todo un periodo histórico, de una clase social en pleno auge, la burguesía, y de un país, Reino Unido, por entonces en el cenit de su poder. A.L.
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Cuando Victorianos eminentes apareció en Inglaterra en 1918, su autor, Lytton Strachey, era un perfecto desconocido para el público. Tenía ya treinta y ocho años y todavía no había escrito nada que justificase las expectativas de sus amigos ni las suyas propias. El éxito del libro fue extraordinario y su estilo marcó un hito en el arte de la biografía en lengua inglesa. Victorianos eminentes reúne las biografías de cuatro personajes muy significativos de la sociedad inglesa del s. XIX, pues encarnan a su clase dirigente: el cardenal Manning, prelado católico; Florence Nightingale, reformista del sistema sanitario inglés; Thomas Arnold, director de la Escuela de Rugby y reformista de la enseñanza; y el general Gordon, que sacrificó su vida en la defensa de Jartum. El autor selecciona los sucesos determinantes en las vidas de los biografiados y su entorno, y asocia con lúcida ironía los acontecimientos públicos con los privados, en lo que constituye una suerte de manifiesto generacional que pone en tela de juicio los logros de la era victoriana. Bertrand Russell leyó el libro en la cárcel de Brixton, donde lo había recluido un juez que no compartía sus ideas pacifistas: «Me hizo reír tan alto -escribió luego- que un oficial de prisiones se asomó a mi celda para recordarme que la cárcel era un lugar de castigo.»
Lytton Strachey organizó una verdadera revolución en el arte de la biografía. Con una prosa clara y directa, y un marcado sentido de la mordacidad e ironía, se dedicó a derrumbar los ídolos victorianos en una de las obras biográficas más divertidas e irreverentes de todos los tiempos: Victorianos eminentes, aparecida en 1917. Dicha obra cosechó un enorme aplauso popular, y desde entonces los imitadores de Strachey han brotado como hongos. Su aspecto estrafalario y sus prácticas liberales le convirtieron en uno de los miembros más pintorescos del Círculo de Bloomsbury. Las relaciones de este singular personaje -un personaje ideal para uno de sus propios Retratos, un bohemio homosexual, azote de la moralidad represiva victoriana, con la pintora Dora Carrington, escandalizaron a la sociedad inglesa de principios de siglo, y constituyen el tema de la reciente producción cinematográfica Carrington. Retratos en miniatura reúne una serie de breves ensayos biográficos dedicados a personajes curiosos, ordenados de manera que formen una secuencia indirecta de la historia de Inglaterra. Libro de lectura deliciosa y amena, estos retratos muestran la capacidad de Lytton Strachey para mantener el equilibrio entre historia y literatura.