Alfonso VIII, nacido en 1155 y muerto en 1214, reinó en Castilla durante cincuenta y nueve años, en aquella España medieval de los cinco reinos (Portugal, Castilla, León, Navarra y Aragón) que luchaban por consolidar sus fronteras y ampliar sus territorios en pugna con el islam. En este hostil ambiente, que marca todo su reinado, dividido entre cuatro periodos de lucha y otros cuatro de treguas con el imperio almohade, conoció la dura derrota en Alarcos (1195) y la victoria en las Navas de Tolosa (1212), victoria que abrió a Castilla las puertas de Andalucía, que su nieto Fernando III convertiría en Castilla la Novísima. Casado con doña Leonor de Inglaterra, proyectó la actividad comercial exterior de Castilla por los puertos cantábricos, creando las bases portuarias y la gran marina de Castilla, que durante tres siglos ejercería su hegemonía comercial y militar en el mar Cantábrico y en el canal de La Mancha hasta los días de la Armada Invencible. En política interior hizo brillar la paz, la justicia y el respeto a la autoridad del monarca, sin que las crónicas y la documentación nos registren un acto despótico, cruel o arbitrario.