Quizá la “dialéctica de la Ilustración” no sea sino el equívoco de una Ilustración que no es consciente de sus dificultades. Quizá si esas dificultades hubieran sido mejor conocidas, no se hubiera culpabilizado a una “razón” cuyo peor defecto fue mostrarse ufana acerca de sus ilusorias seguridades. Este libro quiere alegar en favor de una tesis: una ilustración consciente de su propia improbabilidad no debiera sentirse decepcionada por la escasez de sus prestaciones. Acaso alrededor de los textos kantianos podamos todavía hallar el ámbito en el que, más allá de la limitada lectura de Foucault, sea perceptible el sentido clásico de la Ilustración, fortalecida por su anclaje en la historia de la razón occidental, siempre con la voluntad de distanciarse de Platón y de hacer pie en las playas epicúreas y estoicas.