La cúpula de S. Pedro, con sus dimensiones inconfundibles, atrae y cataliza la atención de quien llega por primera vez a Roma. Pero incluso sin la guía de esta imagen símbolo del Vaticano, el peregrino o el simple visitante saben bien qué buscar dentro de las murallas de esta ciudad, recientemente instituida como estado, pero con una larga historia. Desde hace dos mil años los peregrinos de todo el mundo llegan al Vaticano para venerar la memoria del apóstol Pedro, para visitar las tumbas de los papas y para ver y escuchar al Pontífice. De centro espiritual del cristianismo y testimonio tangible de sus raíces, el Vaticano se convirtió también en un espejo de la civilización artística mediterránea, comenzando en el siglo XV cuando el papado se hizo intérprete de la tradición clásica de Roma y promotor de la cultura del Renacimiento. A través de la imponente labor arqueológica y museográfica inaugurada en el siglo XVIII y desarrollada durante los siglos XIX y XX, el Vaticano ofrece uno de los más completos y modernos ejemplos de actividad museográfica del mundo.