El texto tiene algo de pieza de viajes, pero es más un denso relato autobiográfico que este navarro inquieto y aventurero concluye en Argentina en 1788. Learte pasa por Tenerife a mediados de 1750, camino de las Indias, permaneciendo en la isla aproximadamente cuatro meses. Durante esta estancia intenta ganarse el sustento en lo que puede; primero, trabajando en una cantera de Santa Cruz; luego, dada su experiencia como escribano, entregando pliegos y otros encargos en diversas poblaciones, pues en aquellos momentos no existía en las Islas servicio reglado de correos.Learte declara que las Canarias son para él «un pasmo de la naturaleza» y lamenta no tener «talentos para explicar la situación de las Islas», pero su memoria es generosa en lo que concierne a su estancia entre nosotros y sus referencias, redactadas muchos años después, constituyen una fuente particularmente ilustrativa para conocer las circunstancias que rodean el paso a las Indias y acercarnos a la realidad insular, singularmente a la de Tenerife, de mediados del siglo XVIII. Además, en su relato encontramos otros matices marcadamente distintos a los que son habituales en los viajeros vocacionales.