La Antropología filosófica es el conocimiento que la persona humana alcanza de sí misma de modo natural. Un estudio del ser humano no debe conformarse con investigar los elementos comunes a todos, sino adentrarse en lo más radical de nosotros mismos: la intimidad de la persona, el quién que cada uno somos. Esta disciplina distingue, por tanto, tres dimensiones: la naturaleza corpórea (cuerpo), con las funciones y facultades humanas con soporte orgánico; la esencia (alma), constituida por el perfeccionamiento del yo y sus dos facultades inmateriales superiores –inteligencia y voluntad– y la persona que cada quién es, es decir, el acto de ser personal novedoso e irrepetible. Cada quien es radicalmente apertura íntima (a Dios, a los demás, al mundo), libertad que se destina, conocer personal activo y amar personal (aceptación y donación). Siguiendo la estela de L. Polo, se trata de una antropología cuya investigación natural de la persona se abre a un diálogo constructivo con la fe y la teología.