Cada siglo se condensa en ciertas páginas que revelan su secreto, cristalizando sus rasgos más hondos en una fábula. La metamorfosis es el siglo xx. Amaneció como una pesadilla más y se ha convertido en una de las piedras de toque de nuestra imaginación política, poética, vital. Cada vez que lo abrimos, este libro se vuelve más verdadero. Gregor Samsa despierta convertido en insecto. No hay error. No es un sueño. No hay crimen que expiar. Tampoco hay regreso. Y todos nos reconocemos en él y en su familia, aterrada, asqueada y, poco a poco, cruel. Todos tenemos un corazón de escarabajo y un alma negra capaz de pisotearlo. En una soberbia traducción de César Aira, La metamorfosis, espejo supremo del siglo recién terminado, aparece más aguda que nunca. Franz Kafka (Praga,1883-Kierling, Austria, 1924), hijo de una familia de comerciantes judíos de habla alemana, estudió Leyes y trabajó la mayor parte de su vida en una compañía de seguros. Internado desde 1920 en un hospital de turberculosos, murió cuando sólo había publicado unos pocos textos. Su obra relatos cortos y novelas como El proceso y El castillo constituye una de las cumbres de la literatura del siglo xx.