Dale Cranegie fallecido en 1955, insistía en que su mensaje estaba destinado a dar esperanza a la gente trabajadora corriente, y le asombraba haber inspirado a algunos de los más destacados líderes políticos, periodistas y oradores de la época. Aunque la gente asistía en masa a los cursos de Carnegie, muchos académicos e intelectuales lo tildaban de optimista ilusionado. Quienes lo acusaron a él y a sus métodos de cínicos, complacientes y manipuladores, es evidente que lo comprendieron mal. Pero Carnegie nunca se ocupó de teorías psicológicas complejas o de dogmas religiosos. Prestaba consejo con sentido común y consideraba su curso "un laboratorio para las relaciones humanas". Con sorprendente energía y entusiasmo hizo del curso su vida y trató de manera abierta y franca temas tabú como el agnosticismo, las enfermedades psicosomáticas, el suicidio o el miedo al fracaso, en un momento en que nadie se atrevía a hacerlo. Este libro expone y profundiza en las principales aportaciones de un hombre realmente singular.