El 27 de octubre de 1875 el Stefano naufragó frente a la costa australiana. Los supervivientes de la tragedia tuvieron que enfrentarse entonces a la árida extensión de un continente despoblado, sin agua ni alimentos, en busca de algún signo de civilización. Gracias a la ayuda de tribus aborígenes, Miho Baccich e Ivan Jurich fueron rescatados seis meses más tarde y, de vuelta a casa, dejaron constancia de sus aventuras y emociones en un dramático relato que, un siglo después, ha sido adaptado y documentado por el nieto de Baccich: Gustave Rathe.