El Quijote es difícilmente comprensible sin atender al contexto en el más amplio sentido del término. Si es cierto que, para don Quijote, como lector y actor, la caballería y sus códigos eran una realidad de signos, no lo es menos que en tiempos de Cervantes aún la caballería tiene una fuerza representativa a la que hay que reconocerle mucho más que una pura representación desgastada y ya en franca ruina y pérdida. En este libro se estudia la repercusión del sueño caballeresco en siglo xvi.