Ésta es la historia de un poeta que enamoró a las musas y que recorrió medio mundo en busca de un lugar tranquilo en el que poder escribir. Juan Ramón Jiménez leyó y escribió tanto que, como al caballero Don Quijote, a punto estuvo de que se le secara el cerebro. Y, montado en un burro llamado Platero, salió en busca de aventuras, que encontraría junto a colegas suyos, entre las monjas del Sanatorio del Rosario y, por fin, en el amor eterno y la risa hermosa de Zenobia Camprubí. Así, feliz junto a ella, pudo descansar tranquilo.