Cuando todo va mal, la opinión pública acaba siempre poniendo el foco en el poder judicial y en la función que desempeñan los jueces en cuanto se refiere al ejercicio de los derechos, confiando en recibir el auxilio que le han negado el resto de los poderes del Estado. Pero la eficacia del proceso está condicionada, en parte, por un elemento que está fuera de su alcance y que no depende de la calidad de las normas que los jueces están obligados a aplicar. Por eso, los temas de la justicia, tan íntimamente emparentados con el objeto de nuestra disciplina, siguen siendo una cuestión fundamental para la supervivencia del Estado de Derecho.