En la residencia de ancianos, el mayor horizonte de Lorenzo es contemplar sus zapatillas sentado en un banco del jardín. Y los días pasan, grises, hasta que Ella aparece y todo se llena de color. La minúscula y palpitante sorpresa que el anciano encuentra en un contenedor de basuras también contribuye a que su vida se llene de ternura, y con la ayuda de un joven pizzero y de unos cuantos «cómplices» más, quedará demostrado que un corazón, por viejo que sea, aún puede ofrecer y recibir amor.