La infanta Isabel de Borbón y Borbón fue un personaje que gozó de gran simpatía popular, especialmente entre la población madrileña, que la conoció con el apelativo de La Chata. En su honor fue nombrada la conocida calle de la Princesa en Madrid.

Gracias a esta popularidad, siendo casi octogenaria, no fue obligada por las nuevas autoridades a exiliarse al proclamarse en España la II República. Sin embargo, Doña Isabel decidió acompañar a sus parientes y partió hacia Francia. Cinco días después de abandonar España murió de causa natural en un convento de Auteuil, cerca de París. Fue enterrada en Francia.