La obsolescencia programada es una estrategia utilizada por los fabricantes para diseñar y producir productos con una vida útil limitada o intencionalmente reducida, con el fin de impulsar las ventas al obligar a los consumidores a reemplazarlos más frecuentemente. Básicamente, se trata de una práctica deliberada de hacer que los productos se vuelvan obsoletos o inutilizables en un período de tiempo determinado, lo que lleva a los consumidores a tener que comprar nuevos productos en lugar de reparar o seguir utilizando los antiguos.

Existen diferentes formas de obsolescencia programada. Una de ellas es la obsolescencia funcional, que implica el diseño de productos con componentes frágiles o de baja calidad que se deterioran con el uso normal, lo que obliga a los consumidores a reemplazarlos. Por ejemplo, algunos dispositivos electrónicos como teléfonos móviles o electrodomésticos pueden tener componentes que fallan después de cierto tiempo de uso, lo que requiere su reemplazo o reparación.

Otra forma de obsolescencia programada es la obsolescencia estilística o de moda, donde los productos se vuelven obsoletos debido a cambios en las tendencias de diseño o estilo, lo que lleva a los consumidores a querer comprar productos más nuevos para mantenerse al día con las últimas tendencias.

También existe la obsolescencia por incompatibilidad, donde los productos son diseñados para ser incompatibles con versiones anteriores o futuras de sí mismos o de otros productos relacionados, lo que obliga a los consumidores a comprar nuevos productos para asegurar la compatibilidad o la funcionalidad.

La obsolescencia programada ha sido objeto de debate y críticas, ya que puede tener impactos negativos en el medio ambiente, al generar más desechos electrónicos y contribuir al agotamiento de los recursos naturales. Además, puede resultar en un costo económico adicional para los consumidores, ya que deben gastar más dinero en la compra de nuevos productos en lugar de prolongar la vida útil de los productos existentes a través de la reparación. Sin embargo, algunos defensores argumentan que la obsolescencia programada puede tener beneficios económicos al impulsar la innovación y el crecimiento económico a través de la venta de nuevos productos.

Tipos de obsolescencia programada

Supone la desclasificación de un producto debido al progreso técnico. La diligencia fue sustituida por la locomotora de vapor. El VHS quedó obsoleto con la introducción de los reproductores de DVD. Las televisiones de tubo de rayos catódicos desaparecieron a favor de la pantalla plana, llegando a nuestros días los televisores LED. Hasta la Revolución Industrial estos cambios tenían lugar en períodos de miles de años, hoy en día, basta un año para que cambie la tecnología.

Obsolescencia psicológica o simbólica

Cambiamos de producto no por su desgaste o problemas en su funcionamiento, sino porque queremos estar a la moda. En este tipo de obsolescencia juega un papel fundamental la estrategia de comunicación, es decir, especialmente la publicidad de la empresa. No compramos un nuevo producto por sus especificaciones técnicas, sino porque está de moda, lo tienen todos nuestros amigos y conocidos.

Obsolescencia planificada o programada

El fabricante, desde el mismo diseño del producto, determina artificialmente su fecha de caducidad, en otras palabras, el momento en el que el dispositivo comenzará a dar problemas o se romperá y no lo podremos reparar o utilizar más. Por ejemplo, una impresora incorpora un chip que determina que tras cierto número de copias el dispositivo dejará de funcionar, o quizá también podemos mencionar aquí la incorporación de materiales de baja calidad en los dispositivos que en cierto período de tiempo comenzarán a darnos fallos.