Era un pastor vasco que emigró a Estados Unidos porque se enteró que allí su trabajo estaba muy bien pagado, ya que eran pocos los que sabían y querían ejercerlo.

En las grandes llanuras de América del Norte, vigilando grandes rebaños, nuestro pastor no tuvo otra compañía que la música. Llevaba siempre consigo su guitarra y su aparato de radio.

Anécdota de un pastor

 
Era un pastor vasco que emigró a Estados Unidos porque se enteró que allí su trabajo estaba muy bien pagado, ya que eran pocos los que sabían y querían ejercerlo.

En las grandes llanuras de América del Norte, vigilando grandes rebaños, nuestro pastor no tuvo otra compañía que la música. Llevaba siempre consigo su guitarra y su aparato de radio.

Seguía con ilusión los conciertos de música clásica que la radio transmitía, en especial los que daba la orquesta de Chicago, la ciudad principal de su Estado.

Con la guitarra entonaba canciones de su tierra para combatir la añoranza y distraerse mientras pacía el rebaño. Pero con el tiempo se le desafinó el instrumento.

Falto de medios para afinar su guitarra, no se le ocurrió nada mejor que escribir al Director de la Orquesta de Chicago rogándole que, antes de comenzar el concierto del Domingo, le diera la nota   «LA».

Cuál no sería la sorpresa del pastor vasco cuando, al llegar el Domingo y a la hora señalada, oyó decir al famoso director:

– “Me ha escrito un pastor vasco. Me dice que oye los conciertos de esta orquesta que tengo el gusto de dirigir. Me dice en su carta que tiene una guitarra, pero la tiene desafinada y que le haría ilusión poder afinarla”.

Toda la Orquesta puesta en pie hizo sonar un prolongado y sonoro LAAAAAA. Acababan de hacerle feliz a un sencillo pastor vasco.

Y todo el público puesto en pie prorrumpió en una aplauso interminable a la Orquesta y a aquel sencillo pastor que pudo afinar su guitarra y cantar, en adelante bien entonadas, las canciones de su tierra.



Moraleja: Cada mañana al levantarnos, empezarnos todos un nuevo concierto en la larga temporada de actuaciones que es nuestra vida. Conviene que afinemos el instrumento bien y, para ello, debemos pedir a nuestro Padre Dios que nos dé el «LA «, que nos permitirá hacer que ese nuevo día sea un canto afinado de Gloria a Dios y de un servicio generoso y alegre a nuestro PRÓJIMO.