Había una casa en el bosque que se decía estaba maldita. Nadie sabía quién la construyó o por qué se había abandonado, pero la gente del pueblo evitaba el lugar a toda costa. Se contaban historias terribles de lo que había sucedido allí, desde asesinatos hasta rituales satánicos.

Un grupo de amigos decidieron ignorar las leyendas urbanas y pasar la noche en la casa embrujada. Pensaban que era una aventura emocionante y una forma de demostrar que no creían en fantasmas.

Sin embargo, a medida que avanzaba la noche, comenzaron a escuchar ruidos extraños. Las puertas se abrían y cerraban solas, y se escuchaban pasos en el piso superior de la casa. El miedo comenzó a apoderarse del grupo, y algunos de ellos querían salir corriendo, pero se sentían atrapados.

De repente, una figura apareció en la oscuridad. Era un hombre mayor, con una expresión triste en el rostro. Les contó la historia de la casa, y cómo su familia había vivido allí durante generaciones. Había perdido a su esposa y sus hijos en un incendio en la casa, y se sentía atrapado allí por su dolor y su culpa.

Los jóvenes escucharon con atención, y algunos comenzaron a llorar al escuchar la triste historia. Prometieron que nunca más volverían a la casa embrujada, y que contarían la historia del hombre para que el mundo supiera la verdad detrás de la leyenda urbana.

Desde entonces, nadie más se atrevió a entrar en la casa embrujada, pero se cuenta que algunas noches se pueden escuchar los lamentos del hombre mayor y su familia en el bosque.