Uno de los males más violentos, o quizá el mayor, que ha tenido la Iglesia es la infiltración del espíritu masónico que ha penetrado hasta su mismo centro, y también dentro del Vaticano. Decía la Santísima Virgen al Padre Gobbi en 1986: “En la Iglesia ha entrado también la desunión, la división, la lucha, el antagonismo. Las fuerzas del ateísmo y de la masonería, infiltrada en su seno, han logrado romper su unidad interior y oscurecer el esplendor de su santidad.”

La masonería – o francmasonería, como también se le llama – nace oficialmente en Inglaterra en el año de 1717, con el establecimiento de la Gran Logia de Inglaterra, y decimos oficialmente porque no es más que la coraza o careta tras la cual se pretenden encubrir las antiguas prácticas gnósticas, que desde los primeros siglos, han intentado destruir la doctrina cristiana.

La masonería ha sido reiteradamente condenada por la Iglesia en innumerables documentos, particularmente en la Encíclica Humanum Genus del Papa León XIII en 1884, así como en la Constitución Apostólica Eminenti del Papa Clemente XII del año de 1738; también en la Constitución Providas del Papa Benedicto XIV en 1751; la Encíclica Mirari Vos del Papa Gregorio XVI en la que señala al mundo entero que la masonería es la principal causa de todas las calamidades de la tierra y de los reinos y como el “sumidero impuro de todas las sectas anteriores».

La masonería es una gran conspiración habilidosamente organizada y disciplinada contra Jesucristo y la Iglesia, y consiguientemente contra el mismo Dios y contra todo lo que significa orden y respeto a alguna autoridad y reconocimiento de algún deber que cumplir y de un freno de nuestras pasiones. Su fin último y principal es el de la destrucción radical de todo orden religioso y civil establecido por el cristianismo, y la creación de otro orden nuevo con fundamentos y leyes tomados de la entraña misma del naturalismo (Encíclica Humanus Genus no. 8).

La Santísima Virgen ha estado indicando en varias ocasiones cómo está por cumplirse la prueba más grande para la Iglesia desde que fue fundada, cumpliéndose así lo que decía el Papa Pío X en su Encíclica Paccendi: “Ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde adentro; en nuestros días el peligro está casi en las entrañas mismas de la Iglesia y en sus mismas venas; y el daño producido por tales enemigos es tanto más inevitable cuanto más a fondo conocen la Iglesia.”

María Santísima decía lo siguiente la Padre Gobbi: “La Iglesia conocerá la hora de su mayor deserción, el hombre malvado se introducirá al interior de ella y se sentará en el mismo Templo de Dios, mientras que el pequeño resto que permanecerá fiel será sometido a las pruebas y persecuciones más grandes.” (13 de mayo de 1990).

“La gran prueba ha llegado para su Iglesia. Han seguido difundiendo los errores que han llevado a la pérdida de la fe… hasta se prepara a escondidas un verdadero cisma que pronto podrá llegar a ser abierto y proclamado…” (noviembre de 1990).

“Hoy les confirmo que éste es el Papa de mi secreto; el Papa de quien hablé con los niños durante las apariciones. (Fátima); el Papa de mi amor y de mi dolor… cuando este Papa haya cumplido la misión que Jesús le haya encomendado, yo bajaré del cielo para acoger su sacrificio, y todos serán envueltos por una densa tiniebla de apostasía que entonces llegará a ser general.” (13 de mayo de
1991).

Finalmente, el 13 de mayo de 1992, María Santísima dijo lo siguiente: “Hijos predilectos, hoy recuerdan el setenta quincuagésimo aniversario de mi primera aparición, acontecido en Fátima, acontecida en la Cova de Iría, el 13 de mayo de 1917… entonces predije los tiempos de la pérdida de la verdadera fe y de apostasía, que sería difundida en cada parte de la Iglesia. Están viviendo los tiempos que yo les he predicho… los tiempos de la guerra y la persecución a la Iglesia y al Santo Padre, a causa de la difusión del ateísmo teórico y práctico, de la rebelión de la humanidad a Dios y a su ley…”