En la huerta criaban gallinas. Y su madre nos cuenta que, en
cierta época, tuvo un pollito pequeño muy lindo, de tal manera que
obligó a esta testigo a guardarlo para padre, el cual fue creciendo.
Y, siendo grande, muy de ordinario se echaba en el suelo entre la
gente de casa en la sala, y lo tenían muy regalado por ser tan
lindo. El cual no había cantado en su vida, porque nunca se le oyó.
Y, aunque estaba sano y bueno, siempre estaba entre la gente
echado.

Y que un día en casa, estando de sobremesa, hablando esta
testigo con Gaspar Flores su marido, le dijo: “Este pollo he ido
reservando con deseo de que sea padre, y lo veo tan frío que
nunca se levanta del suelo si no es para comer, ni canta.

Y preguntó a la gente de casa si había oído cantar al dicho pollo,
y todos los de la dicha casa dijeron que nunca le habían oído
cantar. Y entre ellos vino la dicha Rosa y, estando todos presentes,
dijo esta testigo: “Pues que no canta, él morirá”. Y la dicha Rosa
dijo: “¡Entonces canta, gallito, canta, y no morirás!”. Y luego, al
instante, se levantó el dicho gallito y se paseó y cantó. Y todos con regocijo, holgándose de ello, dijeron:“Canta el pollito: ¡no quiere
morir!”.

Y, volviéndose a pasear por la sala (el gallito), volvió a decir la
dicha Rosa: “¡Canta, gallito, y no morirás!”.

Y esta testigo, contenta de ello, se fue a reposar la siesta y
desde allá oía cantar de cuando en cuando al dicho gallito, de
suerte que, admirada, cuando salió de reposar, dijo: “¿Habéis visto
que el gallito ha cantado tantas veces?”.

Y los muchachos y Mariana india, que vivía en casa, le dijeron:
“¡Quince veces cantadas ha cantado!”. Lo cual podía declarar la
dicha Mariana india que vive hoy en esta ciudad, mujer de mucha
virtud.

Y que con esto dejó el dicho pollo para padre, y tuvieron muy
lindos pollos en casa de allí adelante.

Y que juzga este caso por milagro, porque con solo decir la dicha
Rosa que cantase, el dicho pollo, no lo habiendo hecho en su vida,
cantó tantas veces como ha referido, aquel día y los demás