Es muy fácil pensar mal de otros. Menos es increparles.

Pero lo mejor es suspender el juicio; quizás excusarles o ponerles alguna razón amable…

Lee el siguiente cuento de Jorge Bucay.

GALLETITAS

A una estación de trenes llega una tarde, una señora muy elegante. En la ventanilla le informan que el tren está retrasado y que tardará aproximadamente una hora en llegar a la estación.

Un poco fastidiada, la señora va al puesto de diarios y compra una revista, luego pasa al kiosco y compra un paquete de galletitas y una lata de gaseosa.

Preparada para la forzosa espera, se sienta en uno de los largos bancos del andén. Mientras hojea la revista, un joven se sienta a su lado y comienza a leer un diario. Imprevistamente la señora ve, por el rabillo del ojo, cómo el muchacho, sin decir una palabra, estira la mano, agarra el paquete de galletitas, lo abre y después de sacar una comienza a comérsela despreocupadamente.

La mujer está indignada. No está dispuesta a ser grosera, pero tampoco a hacer de cuenta que nada ha pasado; así que, con gesto ampuloso, toma el paquete y saca una galletita que exhibe frente al joven y se la come mirándolo fijamente.

Por toda respuesta, el joven sonríe… y toma otra galletita.

La señora gime un poco, toma una nueva galletita y, con ostensibles señales de fastidio, se la come sosteniendo otra vez la mirada en el muchacho.

El diálogo de miradas y sonrisas continúa entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, el muchacho cada vez más divertido.

Finalmente, la señora se da cuenta de que en el paquete queda sólo la última galletita. » No podrá ser tan caradura», piensa, y se queda como congelada mirando alternativamente al joven y a las galletitas.

Con calma, el muchacho alarga la mano, toma la última galletita y, con mucha suavidad, la corta exactamente por la mitad. Con su sonrisa más amorosa le ofrece media a la señora.

Gracias! – dice la mujer tomando con rudeza la media galletita.

De nada – contesta el joven sonriendo angelical mientras come su mitad.

El tren llega.

Furiosa, la señora se levanta con sus cosas y sube al tren. Al arrancar, desde el vagón ve al muchacho todavía sentado en el banco del andén y piensa: » Insolente».

Siente la boca reseca de ira. Abre la cartera para sacar la lata de gaseosa y se sorprende al encontrar, cerrado, su paquete de galletitas…! Intacto!.

Para compensar esta segunda versión, que , sin embargo es la original, hete aquí un chiste para pensar:

La ONU acaba de finalizar la encuesta más grande de la Historia. La pregunta fue: «Por favor, diga qué opina de la escasez de alimentos en el resto del mundo».

La encuesta ha sido un fracaso total, ya que:

  • Los europeos no entendieron el significado de «escasez».
  • Los africanos, en general, no sabían qué eran «alimentos».
  • Los argentinos no entendieron qué significa «por favor».
  • Los americanos preguntaron qué era «el resto del mundo».
  • Y los cubanos, extrañados, pedían que les explicaran qué era «opinión».