“Un día de fiesta en un colegio, un sacerdote encuentra a un niño, de 8 ó 9 años, paseando cabizbajo, él solo, por el campo de fútbol. Se acerca y le pregunta:

  • ¿Qué te pasa, Juan, por qué estás triste?
  • No estoy triste. Estoy pensando.
  • Y ¿en qué piensas para estar tan serio?
  • Pensaba que, cuando muere alguien, si está en gracia de Dios se va al cielo, ¿no?
  • Claro, si está en gracia de Dios se va al cielo.
  • Entonces, ¿Por qué llora la gente mayor?”

(Agustín Filgueiras Pita, “Orar con.. Un pan para cada día”, 21 de noviembre, p. 402)