Estamos hechos de tiempo, vivimos en el tiempo y no somos nada ni nadie sin él. Cuando estamos heridos, apenados y tristes, no existe mejor remedio que los buenos amigos y la sabiduría del tiempo, que nos enseña a vivir y disfrutar el presente y dejar al pasado con sus lamentos. Al final, el tiempo implacable hace justicia; por tanto, el justo, el bondadoso y el perseguido no tienen un valedor más seguro.

El tiempo es hermano gemelo de la paciencia y al final conduce al éxito. Bien lo describió con la belleza y contundencia de sus palabras Federico García Lorca: «Esperando, el nudo se deshace y la fruta madura». Puesto que el tiempo se va irreparablemente para no volver, la sabiduría esencial aconseja aprovecharlo al máximo, porque no hay prodigalidad más necia que la pérdida de tiempo. El tiempo nos recuerda la realidad del «efecto mariposa» y que un minuto puede hacernos desgraciados para siempre, aunque también salvarnos la vida.

El tiempo, como decía Pascal, cura penas e injurias, porque todos cambiamos y dejamos de ser la misma persona; ni el ofensor ni el ofendido son el mismo, pasado cierto tiempo. La sabiduría esencial siempre «le da tiempo al tiempo», porque sabe que arregla muchos desarreglos y soluciona muchos problemas. Recordar siempre que cada día que vivimos es el mejor del año en que nos encontramos; no permitamos que pase sin disfrutarlo plenamente.

A mí me gustan las madrugadas, por su plenitud, su silencio y la fortaleza y vigor con que activan todas mis potencialidades. Pienso con san Juan Bosco que «una hora ganada al amanecer es un tesoro por la tarde». Los corazones se funden en el amanecer de una misma madrugada para el amor como las potencias mentales se concitan para crear y fructificar con sabiduría. No olvidemos nunca que en un solo minuto se concentran muchos días y que lo que hacemos con verdadero gozo y disfrute hace que el tiempo nos parezca muy breve.

Cuando no encontramos la solución adecuada a un problema, sea el que sea, la sabiduría esencial aconseja dejarlo en manos del tiempo, que siempre da con la mejor solución. Finalmente, el tiempo, por suerte para nosotros, es el médico más eficaz y dispone del bálsamo más adecuado para cualquier herida del alma, por profunda que sea.

Bernabé Tierno

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