1. Necesita de una profunda preparación: “con ciencia humana, con conocimientos pedagógicos, con doctrina católica y con virtudes personales, que –por sus propios méritos, por su esfuerzo profesional– lleguen prestigiosamente a todos los ambientes de la enseñanza”.
  2. Empeñado en la excelencia académica: “Dejadme que insista una vez más-, toda esa labor que nos espera en el campo de la enseñanza no podrá ser eficaz si no se apoya también en un sólido prestigio profesional. De ahí la obligación grave -de todos los que se dediquen a esa tarea- de poner los medios, para mejorar la propia formación científica y didáctica: con un estudio serio e intenso, con la preparación de publicaciones cuidadas y ricas de contenido, con la participación en congresos y reuniones de carácter local, nacional e internacional; con la oportuna dedicación a labores de investigación, etc.”.
  3. Comprometido en dar doctrina: “No son suficientes unas clases de religión, como yuxtapuestas al resto de la enseñanza, para que la educación sea cristiana. Es indispensable que la enseñanza misma de las letras y de las ciencias florezca en todo conforme a la fe católica”.
  4. Cultivando un estilo propio: “con abnegación, con espíritu de servicio y con ilusión humana”; “ejemplo manifiesto y concreto de espíritu abierto, de comprensión, y un modelo de colaboración científica”; “se ame y se practique la libertad rectamente entendida”.
  5. Con sentido de misión: “formar cristianos llenos de optimismo y de empuje capaces de vivir en el mundo su aventura divina; cristianos decididos a fomentar, defender y amparar los intereses –los amores– de Cristo en la sociedad; que sepan distinguir la doctrina católica de lo simplemente opinable, y que en lo esencial procuren estar unidos y compactos; que amen la libertad y el consiguiente sentido de responsabilidad personal”.

Textos de San Josemaría.