Mi Querido hijo,

Hoy me siento impulsado a escribirte estas palabras desde lo más profundo de mi corazón. A medida que te preparas para emprender tu propio camino en esta vida, quiero expresarte lo que siento en mi alma, guiado por la fe que profeso en Dios.

Primero y ante todo, quiero que sepas cuánto te amo. Eres el regalo más precioso que Dios me ha dado, y cada día que he compartido contigo ha sido una bendición y un testimonio del amor divino que llena nuestras vidas.

A medida que creces y te aventuras hacia el mundo, quiero recordarte que tienes un Padre Celestial que siempre estará a tu lado. En los momentos de alegría y triunfo, sé agradecido y reconoce la mano de Dios en tu vida. En los momentos de desafío y tribulación, busca consuelo en la oración y confía en que Dios te guiará a través de cualquier tormenta.

Recuerda, mi querido hijo, que la fe es un faro en la oscuridad y un refugio en la tormenta. Confía en Dios en todo momento y sé un testimonio viviente de Su amor y gracia.

Mientras te despides para seguir tus propios sueños y metas, quiero que sepas que siempre estaré aquí para apoyarte, orar por ti y amarte incondicionalmente. La distancia física no puede separar el amor de una madre/padre e hijo.

Confío en que Dios te bendecirá abundantemente en tu viaje y que te llenará de sabiduría, fortaleza y amor. Siempre serás mi niño/a, sin importar cuán grande o lejos llegues.

Con todo mi amor y oraciones.