“Cuando te vea por primera vez, Dios mío, ¿qué te sabré decir? Callado, esconderé mi frente en Tu regazo… y lloraré, como cuando era niño. Tus ojos mirarán mis llagas… Te contaré después toda mi vida… ¡aunque ya la conoces! Y Tú, para dormirme, lentamente, me contarás un cuento que comienza: “érase una vez un hombrecillo de la tierra… y un Dios que le quería con locura”.

San Josemaría