Se empieza a ganar estando seguros de la victoria.

La moral ganadora es lo que más llama la atención del joven tenista mallorquín Rafa Nadal. Es un crack: nunca da un partido por perdido en su cabeza; no hay nada perdido hasta que se pierde. Qué contraste con la mentalidad generalizada de obtener la victoria fácilmente, asegurada; de dar medallas y copas a todos los niños para no lesionar su autoestima; me decía Jorge, del equipo de Rugby de Les Abelles, que en el campeonato de España de Rugby habían quedado los quintos en plata (?)… Y, en 1898, mientras los ingleses y americanos se comían el mundo y se aseguraban la materia prima que les hiciese avanzar, España disfrutaba del apogeo de sus costumbres populares y de ocio a la vez que perdía sus vastos imperios. Es toda una cultura que está en el sustrato y que hay que cambiar, al estilo Nadal…

En un concurso de arqueros se presentan un ingles un austríaco y un español.

Se coloca un niño a 20 metros con una manzana en la cabeza y el primero en tirar es el ingles. Tira y le da justo en medio de la manzana y dirigiéndose al público dice:»I’m Robin Hood».

El siguiente en lanzar es el austríaco. Dispara y acierta en el medio de la manzana, y, dirigiéndose al público dice » I’m Guillermo Tell».

Llega el turno del español, que se prepara a disparar, no muy convencido de sus posibilidades. Dispara y la clava entre ojo y ojo del pobre chaval y, dirigiéndose al público, dice «I’m sorry».

Otro chiste; reconozco que sobre PASA EL LÍMITE DEL BUEN GUSTO, pero es una risa y versa del tema de ganadores y perdedores. Así que, con permiso del público, allá va:
La medalla de oro en la lucha olímpica sería disputada entre un ruso y un español. Un día antes de la final, el entrenador español le advierte a su pupilo:

– Este ruso tiene una llave especial: la Pretzel. Todos a los que se las ha aplicado tuvieron que rendirse y ser llevados al hospital, porque no hay escapatoria. Así que, por ningún motivo dejes que te la aplique. ¡Si te coge, ahí termina todo!

El día de la final, el encuentro comienza. El español y el ruso dan vueltas y más vueltas, tratando de encontrar el mejor modo de atacarse. En eso, el ruso ataca y le aplica al español la temida Pretzel. La multitud se decepciona y el entrenador, que no puede mirar, se cubre la cara. De pronto, el gentío grita. El instructor mira y ve que su discípulo levanta al ruso y lo tumba. «¡Espaldas planas! ¡El español gana!». El árbitro lo declara vencedor con la medalla de oro y la multitud ruge.

Más tarde, en los vestidores, el entrenador le pregunta al ganador:

– Oye, ¿cómo lo has hecho para salirte de la Pretzel? ¡Hasta ahora nadie lo ha podido hacer!

– Bueno… cuando me aplicó la Pretzel ya iba a rendirme. Pero, de pronto… abro los ojos y veo un par de bolas. En aquel momento, con las últimas fuerzas que me quedaban, mordí esas bolas tan fuerte como pude.

– Y… ¿entonces?

– ¿Sabe una cosa, entrenador? ¡No tiene la menor idea de la fuerza que uno adquiere cuando se da un bocao en los huevos!