Querida mamá,

Hoy, mientras escribo estas palabras, las lágrimas inundan mis ojos y mi corazón se desborda de dolor al recordarte. A veces parece que fue ayer cuando estábamos juntas, compartiendo risas, sueños y secretos, pero otras veces, tu ausencia se siente como un abismo que parece no tener fin.

Echo de menos tus abrazos, tus besos, y esa sensación reconfortante de saber que siempre estarías ahí para mí, pase lo que pase. La vida sigue adelante, pero hay días en los que el peso de tu partida se hace casi insoportable, y solo desearía poder tenerte de vuelta, aunque fuera por un instante, para decirte cuánto te amo y cuánto te echo de menos.

Recuerdo tus manos, siempre tan cálidas y llenas de ternura, tus palabras de aliento que me daban fuerzas para seguir adelante incluso en los momentos más oscuros. Fuiste mi roca, mi confidente, mi mejor amiga, y el vacío que dejaste en mi vida es insustituible.

A veces me pregunto si estás viendo desde algún lugar, si puedes escucharme cuando te hablo en silencio y si sabes cuánto te extraño. Quisiera poder abrazarte una vez más, sentir tu aroma, escuchar tu voz, pero sé que eso ya no es posible, al menos no de la manera en que solía ser.

Aunque el dolor de tu partida nunca desaparecerá del todo, trato de encontrar consuelo en los recuerdos que compartimos juntas, en las risas, en las lágrimas, en cada momento que pasamos juntas. Me aferró a ellos como un tesoro preciado, sabiendo que son lo único que me queda de ti.

Madre querida, aunque ya no estés físicamente aquí, sé que tu amor sigue vivo en mi corazón y que nunca dejaré de amarte, de recordarte y de honrar tu memoria en todo lo que haga. Eres mi ángel, mi luz en la oscuridad, y aunque te hayas ido, siempre serás mi mamá, mi guía, mi ejemplo a seguir.

Te extraño más de lo que las palabras pueden expresar, y aunque esta carta esté llena de lágrimas, también está llena de amor, de gratitud y de la certeza de que nuestro vínculo trasciende la distancia y el tiempo.

Con todo mi amor y mi dolor,

[Tu nombre]