“La lectura de las Escrituras es la fuente de la oración, aquello que la engendra; por ella somos conducidos al amor de Dios, cuya dulzura se vierte incesantemente en nuestro corazón. Y nuestra alma exulta por el gusto que la práctica de la lectura infunde en nuestro corazón”.

(Meditar la Sagrada Escritura. San Isaac de Nínive (monje eremita s. VIII, golfo Pérsico).