Pronto se despejó la parte superior del horno y pudieron ver allá arriba, en un hermosísimo Cielo a sus compañeros que tuvieron un buen comportamiento y que eran totalmente felices y hermosos para siempre. Esto aumentaba la tristeza y el desespero de los que se habían condenado. Se cumplían lo que dice el Libro de la Sabiduría: “Al ver el triunfo de los buenos quedarán consternados y dirán: esos son aquellos de los cuales nosotros nos burlábamos. Su buen comportamiento nos parecía una tontería y ahora son aceptados como hijos de Dios. Y nosotros equivocamos el camino; nos fuimos por sendas de impiedad y de perdición y no quisimos marchar por el camino que nos indicaba el Señor.

¿De qué nos sirvió nuestra vida de pecado? Todo pasó como un humo alejado por el viento y en cambio los que se comportaron bien vivirán felices eternamente”. (Sap. Cap. 5).

Yo le pregunté al guía: – ¿Pero estos jóvenes ya están condenados? Él me respondió: – Lo que está viendo y oyendo es lo que les puede suceder a sus discípulos si siguen en el pecado y no se convierten. Es un aviso para que no vengan acá, a este sitio de tormentos. Hay varios que si en este momento se mueren se condenarán, porque tienen el alma muerta por graves pecados.