Mi querido hijo,

Al escribir estas líneas, mi corazón se llena de un dolor que solo puede igualar el amor inmenso que siento por ti. Tu partida ha dejado un vacío imposible de llenar con palabras. Aún resuenan tus risas, tus sueños y la luz especial que irradiabas.

Tu lucha contra las drogas fue una batalla que compartimos juntos, una lucha en la que estuvimos uno al lado del otro en cada paso. Conocimos tu dolor, vimos tus esfuerzos por encontrar un camino mejor y luchamos contigo por superar esos momentos oscuros. Sin embargo, el destino nos arrebató la oportunidad de verte recuperado y feliz.

Aunque las drogas te llevaron físicamente, quiero recordarte por la persona maravillosa que siempre fuiste. Fuiste mucho más que tu lucha; eras mi querido hijo, lleno de talento, amor y potencial. Tu sonrisa, tu calidez y tus abrazos quedarán grabados por siempre en mi corazón.

Si pudiera retroceder en el tiempo, habría deseado poder hacer más, estar más cerca, encontrar la manera de protegerte de ese oscuro camino. Pero la vida no nos concede segundas oportunidades, y ahora solo me queda el consuelo de haber sido parte de tu vida, de haberte amado incondicionalmente.

Espero que hayas encontrado la paz que tanto anhelabas. Que estés en un lugar donde el dolor y el sufrimiento hayan desaparecido, donde solo reine la pureza y la serenidad. Sé que siempre estarás conmigo, en cada latido de mi corazón y en cada recuerdo que atesoro.

Descansa en paz, mi querido hijo. Siempre te amaré y recordaré con todo mi ser.

Con amor eterno.