La expresión de Leonardo Polo “todo éxito es prematuro” se puede considerar desde cuatro enfoques consecutivos.

Desde un enfoque histórico, diagnostica un mal moderno: la sobrevaloración de la productividad. Antropológicamente considerado, ese mal es el rechazo de la condición filial humana.

Desde un enfoque práctico, frente a dicha sobrevaloración, la acción humana aparece más bien como fragmentaria y falible. Esto lleva al ser humano a centrar la atención en arreglos menores, éxitos efímeros y fines intermedios, que son inagotables, y así olvida los fines últimos.

Desde el enfoque filosófico cristiano y la teoría de juegos de Polo, los éxitos posibles se pueden subordinar a un futuro inagotable, transformando la inacababilidad de los fines intermedios en la posibilidad de un juego social de suma positiva.