Un sacerdote pregunta en el catecismo a uno de los pequeños:
-Vamos a ver, Javi, si tú tuvieses cinco naranjas y vieses a otro niño con hambre, ¿se las darías?
-Si, señor –contesta el pequeño al momento.
-Y si tuvieses cinco pasteles, ¿también se los darías?
-Si, claro.
-Y si tuvieses un bocadillo de mortadela, ¿se lo darías?
-No, de ninguna manera.
-Las naranjas sí, los pasteles también, ¿por qué el bocadillo no?
-Porque el bocadillo lo tengo.

(Agustín Filgueira, «Unas gotas diarias de humor»)