Para dar una idea de la riqueza espiritual y doctrinal que este pequeño libro encierra, nada mejor que reproducir estas palabras del cardenal Ratzinger en la Presentación que encabeza el volumen: «La Iglesia es como la luna en relación con el sol, dicen los Padres de la Iglesia. Del sol —de Cristo— recibe la luna (la Iglesia) su luz. Si la Iglesia no recoge y transmite esa luz, entonces es como un enorme pedrusco sin brillo alguno. El arzobispo de Viena, doctor Christoph Schónborn, en los Ejercicios que dio durante la Cuaresma de 1996 para el Papa y los miembros de la Curia Romana, recogió el tema de la Iglesia desde esta perspectiva. En el espejo de la Iglesia vemos reflejado el misterio de Dios, el milagro de la creación, la condición del hombre, su redención por Cristo, es decir, su vocación a una nueva esperanza, y el modo en que el hombre puede recorrer el camino de esa esperanza. La forma en que el arzobispo nos habla de la Iglesia nos recuerda las catedrales góticas con sus paredes con ventanales de colores que —al ser iluminadas por la luz de la creación— presentan como en transparencia toda la historia de Dios con el hombre. Hacen que la mente se recoja al interior y di-latan nuestra mirada, hablándonos de la eternidad y del tiempo, del origen y del futuro del hombre y del mundo. La Iglesia, tal como nos la muestra Schónbom, no está fijada en sí misma, sino que es —como quien dice— una atalya desde la que se divisa la totalidad y es, al mismo tiempo, el lugar en que nos encontramos unos a otros y en el que cada uno debe encontrarse a sí mismo, porque es Dios quien abre nuestros corazones y supera nuestras divisiones».