Si el lector tuviera qye preparar una de esas maletas de lectura que los exploradores del siglo XIX cargaban consigo a la entrañas de África o al Polo norte, Cándido o el optimismo formaría parte del equipaje, por su originalidad, por su ironía, por su velocidad, por sus corrientes de incontenible comicidad, por su prodigiosa inventiva. El joven Cándido, discípulo del doctor Panglós, a su vez discípulo de Leibniz, filósofo del optimismo, padece el infortunio de ser fiel a la lección aprendida en la adolescencia: "el nuestro es el mejor de los mundos posibles". Tal doctrina que impide el maravilloso criterio de pensar por uno mismo, se ve refutada a cada momento por una avalancha desastrosa de acontecimientos.