ESTE libro es el autorretrato de un ser de lejanías, la epopeya de un guerrero solitario, la carta de navegación de un viejo en el mar, la huella de un lobo estepario, la hoja de ruta de un disidente de diestras y siniestras. En sus páginas, que reúnen todas sus columnas publicadas en El Mundo, Dragó se reafirma en su pensamiento heterodoxo más feroz. Nunca ha buscado la polémica, son los demás quienes la encuentran en sus opiniones. Fue un niño lobo que leía sobre la copa de un nogal lejos de la manada, un barón rampante que jugó a los comunistas frente al Régimen sólo para meterse en líos, un pícaro que se divirtió en la cárcel, un tipo raro que abandonó las tertulias literarias, agarró un pasaporte falso, traspasó la frontera perseguido por la policía y se perdió durante años en una odisea asiática. Conservador, pagano, apátrida, antiabortista, pansexual, extravagante, cáustico, nada escapa de las dentelladas de El Lobo Feroz, aunque también tenga tiempo y espacio para hablar de literatura, elogiar el arte del toreo, hacer apología de los enteógenos y la embriaguez sagrada, proponer la legalización de las drogas como vía de escape de la crisis, apoyar las leyes contra el tabaco, defender la incorrección frente a la levedad y la importancia del individuo frente al rebaño, homenajear a los amigos muertos, recetar elixires de juventud y ofrecer su mano a los saharauis. Como colofón, se incluyen las crónicas de urgencia escritas in situ durante el terremoto, el tsunami y la posterior crisis nuclear de Japón de 2011, así como una aproximación definitiva al formidable escándalo de las lolitas japonesas.